SER SUJETO A UN CUERPO

No debemos pasar demasiado tiempo pensando en el concepto "ser", así como tampoco sumergirnos en la búsqueda de detalles de la subjetividad. Todo eso va en un sólo enunciado.

La aparente oposición entre vísceras y pensamiento siempre ha ofrecido la tentativa a pensar que si lo abstracto es lo que prevalece quizá el cuerpo resulte en una atadura. Los problemas del ser, que no atañen sino a los humanos, y los problemas de la noción de sujeto así como la relación objetivo/subjetivo, se sintetizan en la certeza corporal: “ser sujeto a un cuerpo”; lo inmaterial, sea llamado alma, pensamiento o discurso, sigue teniéndonos a la orilla de la butaca.



UNA DE TANTAS SOMBRAS


Recuerdo este sueño en que todo es tranquilidad, la luz es muy tenue, como cuando se va la electricidad, pero hay algo de luna, apenas una sonrisa pintada de esta. Todo muy oscuro.

El lugar es casi un pueblo, más bien, una ciudad vieja llena de muros de piedra, monumentos, columnas y enormes escaleras, tan amplias que tienen muchos descansos y hay gente en todas sus orillas, probablemente algunos vendiendo objetos extraños, no precisamente artesanías, sólo objetos. Personas conversando, es casi una feria en estas escalinatas. 

Recuerdo la frescura, las ligeras estrellas, las sombras disminuidas entre más y más sombras. Algo de humo, pequeñas fogatas, ceniza repentinamente elevándose. 

Recuerdo tomar una manta o algo así para cubrirme, enorme también, y sentir cómo el viento trataba de acariciarla, y cómo me hacía uno mismo con la tela tan negra, enredada en mis puños, flotando sobre mi cabeza. De pronto, como si el mismo viento en persona me comprendiera, me sentí empujado cuesta abajo y sentí aumentar la velocidad recorriendo la gran escalinata y esquivando puestos, personas y fogatas, sin detenerme, mientras el viento cruzaba por mis fosas nasales y pelo, dejando en mis oídos restos de conversaciones y gestos del ambiente; algunos sonreían mientras otros se sentían intimidados. 

Escalones uno tras otro grisáceos reflejaban la luz que les era posible. Yo brincaba cada tanto o alcanzaba a tocar algún árbol, corriendo con una libertad absoluta, convertido en el paso de una de tantas sombras. 
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