STATEMENT


SOBRE EL SILENCIO
Todas las frases terminan en silencio. Pero qué sucede si todo lo que hay es silencio ¿Qué pasó con todo lo que tenía que ser dicho? ¿A dónde se ha ido? Éste es un fenómeno grandioso y fulminante. Fulminante es la omisión de los hechos. El silencio es un fenómeno discursivo, y cabe aquí preguntarse ¿Qué es el discurso, porqué hay discurso incluso en el silencio? Para entenderlo es necesario deshacerse de los límites del lenguaje y de los límites del cuerpo. El lenguaje está basado en una sintaxis gramatical, hay que imaginar y construir un esquema en el cual la sintaxis es corporal, ello tiene dos resultados poderosos:

a) Tenemos un poco más de posibilidades de libertad.

b) Nuestro contacto directo con las palabras nos hace más susceptibles a su efecto.

Ya hablamos de cosas fuertes cuando pensamos en que el efecto del discurso no es gramatical si no corporal, que el cambio en el orden del texto es un cambio en el orden de las cosas. Presenciar la desintegración de un documento textual es asumir que ese objeto no volverá a ser, y que se le ha denegado la posibilidad de la prevalescencia. Impedir que una cosa se diga es dar fin a una secuencia. Pero, así como es totalizadora la idea de que la obra de arte debe ser producida o presentada, y que esta misma debe ser el centro del arte, también es absurda la idea de que el escritor y el artista que trabajan con la idea están destinados a hablar y a escribir. Ese momento en que tal idea se verbaliza es importante. Por supuesto que conocer la relación entre el lenguaje y su relación con el cuerpo es indispensable para librar cualquier límite. El arte conceptual se originó en ese borde, y cuando se ha planteado dedicarse al desbordamiento de ideas ha tenido un delgado límite, un filo, o un hilo que teje su trama muy en conjunto con la filosofía, que no es lo mismo que decir que lo comparte con la teoría del arte. Es diferente porque el trabajo con el pensamiento por sí mismo es mucho más amplio. Pero es un grave error pensar que la formación de un individuo que rompe ese límite es la del caos injustificado, es una ingenuidad; desmantelar es sencillo, recordemos que todas las armas están destinadas a derrocar, pero esa libertad crítica, por decirlo así provisionalmente, lleva consigo la responsabilidad enorme de reconstruir cada día encima de las cenizas, es ahí donde lo complejo hace su trama. ¿Reedificar qué?, ni más ni menos, el propio cuerpo y las propias palabras. Hay que decir primero que el objetivo de la crítica y del juez es la toma de partido. Una persona que no desea o no es capaz de tomar partido es un ser que se lava las manos.

El arte que me interesa es ese que se construye sobre cenizas. Esas “cenizas” no son otra cosa que el resto de esos límites anteriormente inmunes, de esos mecanismos que se han mantenido intactos por encontrarse sostenidos por su retroalimentación inevitable, llámese a veces historia, a veces identidad, supuesta tradición edípica. Esta puesta en escena de un mundo donde lo inevitable se convierte en evitable, donde la enfermedad se evade, es indicio del terreno de las palabras que lo hacen posible. Ese “ser posible”, eso “concebible”, es el concepto, lo que se concibe, el horizonte de las cosas. 

En el silencio hay discurso porque proviene de una intención de encontrar el lugar del discurso. Esta idea ha sido crucial porque el discurso es un centro de poder. Y todo se complica porque el arte conceptual ha hablado desde siempre de relaciones de poder, pero implícitamente. Los centros de poder habían venido siempre siendo desde la antigüedad, el corazón y la sangre, el cerebro y la mente, el estómago y la reacción visceral. Pero todos esos centros se constituyen en el bios. El hallazgo crucial se funda en que el discurso no es bios, en que hay discurso aún en el silencio. Esa es la entrada accidental al pensamiento sobre el poshumanismo. 

El discurso no es bios, se dice que la substancia es lo que trasciende, las palabras son lo más trascendente en relación a un cuerpo, aún así el silencio va más lejos. Se dice que el arte conceptual ha tenido estrecha relación con ese pensamiento sobre lo poshumano, porque la idea cuando es valorada más que cualquier otra cosa, excluye al cuerpo. Pero el poshumanismo aún no existe, el poshumanismo es puro deseo, es horizonte. Tenemos ahora un elemento más en la trama, el deseo, y por consecuencia lo estético. Joseph Kosuth, como otros artistas afines al arte de lo eidético, rechazó la estética, pero el rechazo mismo es una manifestación estética, el amor por la razón es amor a final de cuentas. Se relaciona al arte conceptual con el poshumanismo porque propone discursos anti forma y anti materia. Pero el discurso es cuerpo. Al ser discursivo, mi trabajo es corporal. La producción que realizo es esa vuelta, esa recuperación del cuerpo a partir de que ya no es el mismo y que ahora es concebido por medio de su noción y su discurso, que ahora es modificado y rediseñado a partir de las palabras, que en ese horizonte es deseo.

Desde que me dedico a lo conceptual he acentuado que los discursos son lo más esencial pues de ello depende el resto de las decisiones, para hacerlo evidente decía que podía perder mis extremidades, la vista, el habla, el oído, y que mi forma de entender al arte seguiría siendo esencialmente la misma. Esa es una idea Cartesiana. Renatus DesCartes describía así la separación de la mente y el cuerpo, que los sentidos no eran en lo más mínimo relevantes para la razón, porque son engañosos y porque eso que hace el pensamiento sobrevive al cuerpo. Lo mismo me ha hecho recurrir a la escritura como técnica, en el camino de aclarar cómo es que la escritura puede ser arte de museo, he encontrado otros cuestionamientos que no pueden ser reducidos a problemas del arte. No puedo hacer un arte que centra su interés en cómo es que el artista saca dinero, o en cómo se burla de las instituciones, no puedo concebir al arte así, unido a su procedimiento lineal: “produzco arte”, “expongo arte”, “vendo arte”. ¿Por qué no puedo? Porque al dedicarme a los límites de la concepción de las cosas, a los juegos de la verdad, al dedicarme al discurso y descubrir su estrecha relación con el cuerpo, descubro que mi cuerpo está en juego.

Pero decir que mi trabajo se dedica al cuerpo no es aún un planteamiento completo, a lo largo de todo lo que hago en relación al arte he manifestado un gran interés en el “pasar de las cosas” que es constante e incontenible, en el movimiento. Hay que discernir que esto del poshumanismo, al menos en la manera en que lo abordo, no se decide a eliminar el pasado para pensar en el futuro. Constantemente se piensa una estrecha relación del poshumanismo con el futuro. Mi producción no tiene nada que ver con el futuro del cuerpo, ni con el futuro del arte, ni con el futuro del pensamiento. A mucha gente le sorprendería escuchar que la concepción de seres poshumanos no tiene que ver con el futuro. El futuro también es gramatical. Del futuro lo único que hay son imágenes, imágenes antiguas, pues una vez que se realizan formalmente, son ya resultado de un letargo. La porción que falta para completar y hacer visible al planteamiento de mi producción artística y textual, es el proceso. El arte que hago es procesual, en sentido de que no piensa en el pasado ni en el futuro, si no en como las cosas están sucediendo justo ahora. Justo en estos momentos escriben muchas personas que aún no conocemos, mientras uno asiste a una galería hay gente escribiendo, pensando en como está articulada nuestra manera de entender las cosas y en cómo cambiarla. Me dedico a leer los escritos que algunos filósofos llevaron a cabo antes que yo naciera, esa clase de trabajo se hace entonces a contratiempo, para que mis intereses logren cambiar algo más que sólo mi cuerpo, es preciso empequeñecer ese espacio y cambiarlo por uno que no sea temporal, si no conceptual. Y esa manera de leer esos libros, no es una vuelta al pasado, la imaginación no puede hacernos retroceder en el tiempo, es más bien una forma de entender ese retraso al que estamos sujetos. Para tocar siempre lo que esta sucediendo justo ahora. En éste momento están sucediendo cosas importantes.

He usado la palabra procesualismo, pero no he podido encontrar lo que el procesualismo es, aún no se como llegó a mí, llamo procesualismo a lo que yo hago, por una sencilla razón: da importancia al proceso por sobre todas las cosas. A partir de esa prioridad mi interés sobre el cuerpo cobra sentido, mi cuerpo cobra sentido. Al ubicar qué cosas se oponen a una postura procesual he logrado trazar una forma de trabajar que hace que la crucialidad de los objetos y los textos que presento sea evidente. Soy contrario al dogma, lo que digo sobre el procesualismo es una manera muy personal de comprender y de exponer mi cuerpo y de convertirme en texto, cuando pongo en cuestión al arte esta no está en juego ni corre ningún peligro, el que está en juego soy yo. El riesgo de la escritura es verdaderamente emocionante. Así como cuando digo que al cambiar la noción de cuerpo el cuerpo cambia, no soy el mismo desde que pienso en que proceso y movimiento, son una misma cosa. Lamentablemente no es suficiente concebir una imagen o una declaración, no es tan simple. Para destruir una razón es necesario de otra, es decir, para negar al arte se necesita del arte, de declaraciones de artistas sobre el arte, de objetos de arte, para negarse a la escritura se necesita usar la escritura. Preciso de las dos cosas.

Pero el discurso es más poderoso cuando es verbal, de modo que siempre este trabajo se pondrá en juego a sí mismo en primera instancia. La palabra es inconmensurable, por ello el silencio es una herramienta discursiva poderosa. Llaman silenciar al acto de eliminar al testigo, o al de omitir su discurso, a no dejar huella, porque la huella es documento. En este mundo injusto, un crimen sin pruebas no existe. El arte también es injusto en este sentido. 

El planteamiento procesual se hace específico, también, en el descubrimiento de la acelerada conversión de los objetos del arte en fósiles de lo que ya no es. En la observación del letargo, de que todo descubrimiento es tardío, que el objeto de arte es un corpus delicti, una escena del crimen, y que el artista, cuando uno apenas encuentra su obra, ya se encuentra en otro lado, de que mudamos de piel todos los días. En el movimiento, que es evidente en la imagen de Saturno, sin superficie, formado de un conjunto de gases y masa volátil.  El otro lugar en el que éste planteamiento hace raíz, es en el proceso de las palabras, estas tampoco son tan estables, pero su cualidad cambiante la producimos nosotros mismos a través de ser conscientes de tal posibilidad. Este espacio es tal vez el más importante de todos. Ese flujo, el cambio no es sólo por cambiar, el centro que hay que intervenir es el de los esquemas que habían sido inmunes, como la historia, el capitalismo, la supuesta tradición edípica, por la manera en que constituyen nuestras relaciones y las relaciones de poder, campo que reside en nuestro cuerpo a partir de como afecta nuestra identidad. La imagen redonda de Saturno hecho de polvo, girando, evoca una buena noción de la identidad, ese campo de acción es el que se trabaja sobre los viejos supuestos. Como vemos, son esquemas cimentados en ideas y como tales, es a través del trabajo conceptual que podemos inferir en nuestro lugar en el espacio. La distinción esencial, la que se ha logrado, es que la literatura que trasgrede esos límites los trasgrede porque encuentra cómo están constituidos, por verdades y razones, por palabras, es decir su campo de acción no es la realidad, si no lo que de la realidad se dice. Edificamos sobre las cenizas de lo que del arte se dice. El arte ha estado en cenizas desde hace mucho tiempo. Mi campo de acción no es el museo o la galería, estos pueden ser un medio, más no una finalidad.

Cuerpo y proceso para mi trabajo vienen a ser cosas similares, en ambos conceptos se conjuga ese lugar en el espacio. Mi lugar en el espacio es mi cuerpo, también lo es el arte y la escritura, ver que puedo inferir en las tres cosas por medio del discurso es ya gran hallazgo. Este discurso es mi cuerpo. 

Actuar tiene sus consecuencias, muchas veces se dice que la acción separa la teoría de la praxis, aquí hemos dicho lo contrario, que inferir en las palabras es cambiarlas, que escribir es praxis. Una de esas consecuencias de ser partidario de lo procesual, es el silencio. El silencio es una posibilidad, también es una maldición. El pensamiento procesual viola una de las leyes universales que han sido instituidas con sumo cuidado a través de los tiempos, si uno se resiste ante el domino del documento está condenado al olvido, porque el silencio se opone a las normas de la historia.

El silencio es un estado límite que comparte un lugar privilegiado en los usos drásticos de la palabra, lo comparte con la mentira y con el secreto. Los tres conceptos llevan estrecha relación con el documento, pero hay también en el silencio un espacio para la voluntad y para mi cuerpo de texto, el silencio puede ser una decisión, es esa la clase de silencio de que hablamos. El silencio en primera instancia es un tope, una detención del que habla, un espacio en el acto de hablar: un hueco, es la anulación del documento. El silencio es tomado aquí como el límite de todos los procesos documentales.

El silencio es un estado ejemplar porque irremediablemente es convertido en un emblema de mi planteamiento procesual, un verdadero final, una orilla, una manera de entender que sólo lo actual puede tener presencia. El discurso en ello como sea persistirá, pero su trascendencia no será documental. 


ARTE CONCEPTUAL

Me interesa el problema de la vanguardia en el arte del siglo XX, donde existen aún agrupaciones y movimientos, cuya cumbre llega en los 70s con el pop art y el conceptualismo, con su uso del escrito y el cuestionamiento de la materia.

ESTETICA

La Estética ha sido abandonada y debe ser replanteada, la abordo por medio de la experiencia estética en sí misma, que tiene como motor el deseo, más que por medio de conocer otros escritos sobre estética. Es decir, el gran tema de estos escritos sobre Estética, es el deseo y no la belleza. Así mismo al centrar su atención en el deseo, trata de esclarecer cuan diferente es la manera de entender a un sujeto o lo subjetivo, de una forma más abstracta a cómo lo hace la Psicología Clínica, es decir, de pensar el deseo, sin clínica, eso es entonces pensarlo estéticamente.

POLITICA

La política, desde el pensar. Así de sencillo, la acción de dedicarse a pensar sobre política, es ya una praxis. Esto incluye los problemas que al ser tratados por el pensamiento ordenan, alteran e intervienen el orden de las cosas, como las mismas definiciones lo hacen, cambian su objeto.

PROCESOS

Me interesa trabajar con toda la filosofía sobre el proceso y el cambio de las cosas. Es decir, la que trata sobre el movimiento, que rechaza hasta cierto punto el amor desmedido por lo documental y que concibe la actualidad como el único de los tiempos que existen, con todo lo que eso implica. 


En las artes visuales le han nombrado "procesualismo", pero el término es un poco confuso, se refiere a obras de arte presentadas mediante documentos. 

La intención es más bien cuestionar todo documento.  Algunos dirán que esto tiene que ver con el posmodernismo, pero esa noción de algo "posmoderno" es muy dudosa, el mismo J. François Lyotard lo dice.

POSHUMANISMO

El otro eje temático, la noción de "poshumanismo", prácticamente se forma de los otros temas, es decir, tiene cuestiones estéticas, políticas y filosóficas. Se basa en las cuestiones sobre las nociones de cuerpo y cómo este se oxida, se rediseña y cambia según cambia la noción de cuerpo. También es relacionado a todo sobre la actualidad. Las imágenes míticas del cyborg y el robot. Las nociones de identidad, género. 

Se relaciona con el arte antimateria (así calificaron al arte conceptual o idea art, haciendo referencia y contraste con el antiarte del dadaismo, se le llamó así por concebir un arte que no necesita ser materializado consistete en pensamiento puro), ahí regresamos al principio cerrando el círculo temático y volviendo al arte conceptual que fue el primer eje.
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