Escape

Cuando uno lee demasiado de un mismo autor, uno se pierde de sí. Por momentos. La escritura entonces se vuelve de puro sujeto. Raras veces he podido ver alguien leyendo alejado del exterior, y en esa imagen del individuo que se encuentra volcado por momentos sobre sí mismo y sobre un puñado de papel hay una mismidad de otro tipo, una que lo hace indistinto de ese primer sujeto, ausente. Es decir, el escape del lector como ensimismamiento no existe, o bien, no es completo; no es completo porque no hay sujeto ahí sobre el cual escapar. No existe tal ensimismamiento.
Esto no viene a otra cosa si no a la de que uno escapa (de lo que sea), y en esos momentos, supongamos, se vuelca sobre sí mismo. Eso es lo que pienso en general sobre el ensimismamiento, sin embargo, imagino que cuando uno se relaciona demasiado con la literatura de cierto autor, se ensimisma en él, y no sobre sí mismo. No se cómo puede haber ahí mismidad si en ese momento uno deja de existir. El escape es entonces una intención, siempre un acto de buena voluntad sobre sí, pero no se completa.
Escapar es verterse sobre sí mismo: introvertir. Pero a mí escape me suena a algo más lejano, “más allá de sí”, ésta modalidad del escapismo es la huída de sí. La concepción de nuestro sujeto es el objeto más cercano e inmediato y a partir de ahí, todo se encuentra allá afuera, bastante lejos: el mundo de los objetos es la obsesión del escape; también el mundo del otro.
Pero en ese movimiento de un supuesto momento inicial, donde había uno y no dos cosas, en ese desfasamiento o desliz, incluso deslinde de lo que se era antes de desprenderse de lo que el sí representa, o de lo que supuestamente el sujeto vendría a ser, hay una consistencia que resulta inaudita a estas alturas, una constancia de la imagen que para nosotros evoca el escape, una evocación del momento inicial (que procesualmente no existe). Este momento es la reiteración continua del desvanecimiento y el objeto constante, y de la opacidad del texto, éste individuo puede desprenderse, constantemente de ciertos objetos, pues están allá, a lo lejos; de ciertos acontecimientos que a su alrededor siguen su curso y puede no atender. Puede, incluso, emprender escape, y el escape existe. Pero uno nunca puede escapar a sus propias ideas.

Del proyecto SUPERCOMPRIMIDOS, Textos de alta velocidad

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