Hace
cerca de un año que me propusieron curar
una colectiva de tipo convencional. Se formó el Primer Salón de Dibujo, con el
peso de lo que eso implicaba, encontrar artistas dedicados largas temporadas al
dibujo, que supieran reconocer el dibujo como independiente de la pintura.
Explico esto, usualmente se toma el dibujo como una técnica elemental que
posteriormente se abandona para trasladarse a la pintura, ese fue muchos años
el curso tradicional, se recurría al grabado como esa opción a seguir
trabajando con el trazo similar al dibujo pero es completamente distinto, casi
no hay quien pase los años dibujando y haga carrera así. Miguel Angel Solís,
más allá de que hemos consumido bastante alcohol juntos y créanlo o no, el
alcohol une a la gente, tiene mucho tiempo trabajando con el dibujo no sólo en
términos técnicos, si no de contenido de la obra. Aunque siempre he considerado
que requiere redimensionar esas imágenes que tienen una estructura clásica, para
aterrizar en problemáticas del arte más actuales, es genial estéticamente, y si
vuelvo mis ojos a lo bidimensional y más aún a lo figurativo entendiendo las
posibilidades que aún tiene es en gran medida por obra como la de Miguel, él es
quien me invita a ese proyecto, también en un gesto muy agradable, por que
lejos de esperar plantearlo para una individual, lo hacemos con intención de
ver si existe esa postura del dibujo tal cual como arte, no como boceto ni como
nada más.
Al principio planeábamos llenar la sala con
trabajo de al menos 6 artistas, pero eran acotaciones muy específicas y no fue
posible conseguir ese número. Me sugirieron abrir más la invitación a pintura o
a ilustración o invitar artistas aunque no conociera su trabajo o no encuadrara
en el esquema, para que fuese un Magno Evento. Me pareció que esta oportunidad de hacer algo con libertad de
decisión y con un verdadero planteamiento, se iría por la borda si cedía a la
tentación de inundar de artistas, conocidos o no, con mucha gente y mucha obra.
“Ah ¿Queremos hacer un Magno Evento entonces?” le comenté. “Pues entonces vamos
a hacer lo exactamente contrario de lo que se nos sugiere, si queremos tener un
Magno Evento”. Y tomé la decisión de mantener más estrictamente que nunca, las
acotaciones de ese planteamiento, y no dar cabida a nada más. No hay muchas
oportunidades de plantear cuestiones tan específicas, no es tradición en ésta
ciudad. Invitamos a Benjamín Sierra que tiene también bastante obra en dibujo,
contrasta con la Miguel en estilo, en seriedad, es más juguetón, fue maestro
nuestro, coordinador de la Carrera de Artes, muy sencillo, eso siempre se
aprecia, verlo llegar con una larguísima baba colgando de la boca, fingiendo
ser un enfermo mental, eso también se aprecia. Con plena disposición a montar
un in situ, cosa que no se pudo por las condiciones del lugar que es patrimonio
inalterable.
Se trataba entonces de borrar los
límites entre un Premio a las Artes por trayectoria, Benjamín Sierra, y a Miguel
un artista de breve trayecto igual que su curador, sin ningún problema, basados
estrictamente en la obra y el planteamiento Curatorial, ciertamente mi
trayectoria es muy breve.
El trato del Director de Arquitectura fue excelente, ya que estábamos en
la galería de su institución. Parece haber resultado tal cual, por que no se
vio extrañado de nuestra juventud, acaso serenamente pensativo, lleno de curiosidad
por la manera en que inevitablemente hable de la mediocridad, como perro por mi
casa, ustedes podrán leer aquí el texto inaugural, aún siendo sutil, no es el
modo usual de inaugurar, no hay halagos. Yo, obviamente, estaba muy nervioso,
tenía tiempo que no leía en público, aunque estuviese lleno de amigos, ese peso
institucional, después de todo estaba apunto de decirle que no recibe
comúnmente cosas de esa magnitud, que “cuando menos hoy” habría algo que ver. Con
todo y eso, el Director abrió una atenta invitación a hacer la segunda edición
del Salón de dibujo.
Cuando el Director me cedió las tijeras con muy sincera cortesía, hice dos cortes, metí el trozo de listón en el bolsillo de mi camisa y lo único que pude pensar: “ESTA HECHO. Está hecho”.
Cuando el Director me cedió las tijeras con muy sincera cortesía, hice dos cortes, metí el trozo de listón en el bolsillo de mi camisa y lo único que pude pensar: “ESTA HECHO. Está hecho”.
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