Realmente, verdaderamente esperaba que tus dedos no se
cortaran con los bordes del papel nuevo,
que el labial fuera indeleble y no mancharas los puños de mi
chaqueta de lana,
que la pizza que se te ocurrió a ti y el café que propuse yo
nos prendiera más que la pólvora.
Yo de veras quería que desplegaras las palmas de tus manos
sobre la mesa, ligeramente inclinada hacia adelante observando fijamente el horizonte.
Quedo un poco asqueado, realmente esperaba que los dos a oscuras chupáramos la luz
que cruza por debajo de las puertas.
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