Les doy bibliografía porque veo
que no hay mucha al respecto. Conocí esta historia por Ikram Antaki en su libro
Filosofía/Espiritualidad, son dos libros que se editaron por separado pero en
la edición actual aparecen juntos, cabe decir que es económico y vale mucho la
pena comprarlo. A su vez, el de filosofía fue editado en dos libros
originalmente, en 1997, es decir que son tres libros en uno (Filosofía I y II +
Espiritualidad).
Bibliografía:
IKRAM ANTAKI, Filosofía/Espiritualidad, 1a. ed., México, Editorial Planeta, 2002.
IKRAM ANTAKI, Filosofía/Espiritualidad, 1a. ed., México, Editorial Planeta, 2002.
Ella a su vez se basó en la obra de Régine Pernoud (Eloísa y Abelardo, Espasa Calpe, Madrid, 1973) y
en las publicaciones de Will Durant.
Las primeras dos líneas que escribe Ikram Antaki en el
capítulo titulado Abelardo y Eloísa son dos preguntas que debemos hacernos porque
la filosofía no está allá en otro lado, no hay sitio específico para esta:
“¿Acaso puede la filosofía conjugarse con el amor? ¿Acaso
puede la inteligencia ser amiga de la emoción?”
Nos cuenta quién fue Pedro Abelardo, fue uno de los
fundadores de la Universidad de Paris en el siglo XII, fue maestro de Jean
Rocelin. El asunto de la Universidad tenía que ver con algo que inquietaba a
Abelardo, la idea de los “universales”:
“cada una de las ideas generales que designan toda una clase de objetos (libros, piedra, planeta, hombre, pueblo mexicano, Iglesia católica, etc.); de acciones como la belleza y la verdad”,
Es un problema relacionado con las definiciones de las cosas y con la relación entre las cosas y su idea de estas, es decir que ya era el medievo y la estela de Platón aún tenía estas cuestiones en la punta de la lengua, son de estos planteamientos que no envejecen como las modas. Esto por supuesto no es cualquier cosa, Abelardo es un pensador excepcional, su compromiso con el pensamiento lo puso en problemas, por ejemplo el tema de las definiciones llevaba a cuestionar la idea de la santísima Trinidad.
“cada una de las ideas generales que designan toda una clase de objetos (libros, piedra, planeta, hombre, pueblo mexicano, Iglesia católica, etc.); de acciones como la belleza y la verdad”,
Es un problema relacionado con las definiciones de las cosas y con la relación entre las cosas y su idea de estas, es decir que ya era el medievo y la estela de Platón aún tenía estas cuestiones en la punta de la lengua, son de estos planteamientos que no envejecen como las modas. Esto por supuesto no es cualquier cosa, Abelardo es un pensador excepcional, su compromiso con el pensamiento lo puso en problemas, por ejemplo el tema de las definiciones llevaba a cuestionar la idea de la santísima Trinidad.
“Tenía los
defectos de sus cualidades: era vanidoso, pretencioso, insolente y egoísta;
pisoteaba los dogmas y la sensibilidad de sus maestros y de su tiempo; adoró a
la dialéctica más de lo que amó a Eloísa”. ( p. 40)
Opuso al realismo de Guillaume de Champeau y al nominalismo
de Jean Rocelin, el conceptualismo: “la especie y la calidad son conceptos; es
decir, elementos comunes, y estos son
reales, útiles e incluso indispensables” (p. 40-41)
¿Les suena?: Puro arte conceptual.
Lo curioso, lo terrible, es que aún cuando se dice que no
amó a Eloísa más que al pensamiento, todos los problemas de este impetuoso
comienzan en efecto con esta joven de 16 años. Prácticamente se dirige a vivir
a casa de ella para ser su maestro y claro, para seducirla.
Es interesante esta situación porque el problema ahí no
existe como tal, se trata de un
momento en que no hay nada que una a dos personas en general, es un momento
bien conocido, casi mítico en el cual se puede decidir avanzar o retroceder, es
único momento que se tiene para retroceder en una relación. El problema no es
siquiera la belleza de la joven mujer, el problema verdadero es que Eloísa no
entra simplemente en el universal de “bella joven de 16 años”, sino en su
avidez de pensamiento. Eloísa piensa, entiende lo que Pedro le dice, él trata
de jugar con ella, con esa desconocida, pero no logra verla como cualquier
mujer. Apenas si es mujer, está aterrizando, Eloísa está apenas bajando del
barco, acaba de salir del agua y Abelardo quiere verla volar.
Abelardo dice cosas que lucen desagradables y fascinantes
al mismo tiempo, es fugaz como la realidad, de su descontrol privado de la
fugacidad hace una gala pública:
“Fue esta joven a la que decidí unir a mi por
lazos de amor. El asunto resultó sumamente fácil. Persuadí a su tío de
recibirme a cambio de una módica suma”,
pero primero dice la verdad, dice qué
tipo de lazo los ha enredado y los dejará al final entramados por debajo de un
par de lápidas célebres. Esto que parece nada importante, casi logra alejar
completamente a Abelardo de la filosofía.
Ella queda preñada, la secuestra, huyen a Bretaña, pide después
permiso al tío de casarse con ella. Ella rechaza casarse, luego descubre Pedro
que la intención del secreto por parte de su mujer se debe a que él no podría
tener carrera eclesiástica estando casado, como quien dice no podría estudiar
más, y esto parece dolerle más a ella que cualquier otra cosa.
El hijo de estos dos se llamó Pedro Astrolabio. Deciden
casarse en Paris pese a cualquier consecuencia y poco después, en un intento
por vengarse cortando la libido de Abelardo, el tío de Eloísa, Fulberto a quien
le había pagado una módica suma por vivir en su casa para “enseñar” a Eloísa,
lo manda castrar.
Cuenta Ikram Antaki que “Todo Paris, incluyendo la
jerarquía eclesiástica, simpatizó con el filósofo, Fulberto cayó en el olvido y
el obispo le confiscó sus bienes”. (p. 43)
No hay manera de juzgar si fue un verdadero acto de
justicia el de la castración ¿A qué me refiero con esto?, todo lo que hace Abelardo
después, toda su productividad es mental, ya no tiene una productividad
biológica. Se ordena sacerdote y cambia todos sus planes y comienza a alejarse
de la ahora monja Eloísa, le deja caer encima la distancia, poco a poco.
Pero el estado de “monja” no castra. Eloísa siguió prendada
de Abelardo y vivió con la duda de si este en realidad no tenía nada que lo
estrujara hacia ella, o si es simplemente que había decidido alejarse con toda intención.
¿Seríamos capaces de juzgar cruel este acto?
La derrota amorosa de ambos es directamente proporcional
con el crecimiento y el triunfo del pensamiento del maestro Abelardo. Circulaba
un libro sospechoso entre sus alumnos, el Sic et Non, “Sí y No”.
“El Sic et Non se divide en ciento cincuenta y siete cuestiones,
que comprenden los dogmas más esenciales de la fe. Bajo cada cuestión hay dos
series de respuestas en dos columnas, una afirmativa: la otra negativa”. (p.44)
Fíjense en esto, es… impresionante:
Abelardo se
anticipaba cuatrocientos años a la duda cartesiana “La primera llave de la
sabiduría es preguntarse continua y frecuentemente las cuestiones, porque es
por la duda que llegamos al examen y por el examen que llegamos a la verdad” (p.44)
Es método de
discusión que incluso adoptó Tomás de Aquino, se volvió en “el procedimiento
ordinario de las universidades francesas y de las obras de filosofía y teología”.
(p. 44)
Dado que era muy persuasivo, lo condenaron sin escucharlo,
lo obligaron a lanzar al fuego su propio libro y lo encerraron en un monasterio
donde después de un año lo liberaría ni más ni menos que el legado papal.
Se refugió después lejos de la civilización ordinaria, y
sus alumnos fueron a buscarlo, muy al estilo de los maestros griegos, los
maestros originarios de la paideia.
¿Recuerdan el lema de la Ilustración “atrévete a conocerte
a ti mismo” que hizo célebre Kant y que estaba inspirado en las palabras
grabadas por un pensador en el templo del oráculo de Delfos?, Ikram se pregunta si su virilidad
estaría donde usualmente, Abelardo hacía temblar a la Iglesia, hizo un libro
llamado Scito-Teipsum, “Conócete a ti
mismo” donde declara que el pecado consiste en la intención no en la acción, esto
llevaba al pecado a un dominio que la iglesia no podía perseguir, la
imaginación, la fantasía y al mismo tiempo ese fuego dialéctico pareciera más
purista que la misma iglesia. “Este sugerente profesor llegó por medios no ortodoxos
unas conclusiones absolutamente ortodoxas” (p.46) Les llevaba todas las
ventajas, así como no había como juzgar el deseo en sí, no había pena (ya lo
habían castrado) que pudiera competir con eso. Cuando trataba de llegar a Roma a
exponer su caso le imponen el silencio perpetuo.
Muere a los sesenta y tres, y Eloísa prácticamente espera
hasta tener su edad, sigue otros 22 años sin Abelardo. Después de estar en los
jardines de Paracleto, después de Napoleón, los llevan al cementerio del Père
Lachaise, París.
1 comentario:
muy buena entrada
luego te platico mi comentario en persona
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