No es que nosotros a veces parezcamos máquinas, el ser humano erigió máquinas a su imagen y semejanza como cuerpos complejos que requieren de cada uno de sus órganos. Cundo se concibió el golem, cuando Carel Kapek uso la palabra “robota”, designando así a unos humanoides autómatas, la noción de síntesis era desconocida, había sido muy ambiguamente tratada por la alquimia.
¿Qué es la síntesis? Es una reorganización o una producción completa, es la desmantelación de los códigos de una sustancia que es presentada en abstracto, o bien, para producirla de nuevo en base a su configuración al fin descubierta. Al fin abierta.
El golem, el robot, el mismo cyborg, son, todas, imágenes míticas que preceden a la síntesis, ésta, es la reinvención de la naturaleza. El proyecto del cyborg parecía dedicarse a asimilar un humanoide, un cuerpo humano lo más parecido a este. Pero no hay nada más parecido a un humano que otro. Entonces todo se trató del código, la clave, la llave. El clon humano es el humano sintético, el humano idéntico. La revuelta de la producción. Esta es una diferencia crucial entre sintético y artificial: toda síntesis de obtiene artificialmente, pero no todo artificio es síntesis.
Ahora, lo curioso, lo profundo, es que la imagen de cyborg no desaparecerá, entrará en esa multiplicidad de imágenes. Pero es más curiosa esa obsesión de la ciencia por alcanzar algo que ya no es, que no es si no ahora, y ahora siempre. El científico es como una caricatura de un Isaac Assimov que concibió un J.L. Borges en un sueño.
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