Sobre la máquina I

(Escritos antiguos.)

Últimamente, con más impulso, me he visto en la necesidad de comprenderme a partir del otro, y a partir de mí como otro que observa una máquina, como un mecanismo físico, funcional, con una cualidad excepcionalmente arquetípica, cuyo espacio concreto es un ser constructor, lógico, técnico, organizado. Doy este sentido a logos y techne, para dar a la construcción que pude ser teórica, filosófica, política, física, objetual, un espacio más allá de la ciencia, y si el arte como planteamiento, no lo permite, más allá de esta. El arquetipo de la máquina es incesante, escurridizo y cambiante.
Desde que el golem se convirtió en mito, hasta la idea moderna del robot, el mayor temor de la humanidad constructora de máquinas era el de la posibilidad de la conciencia ontológica de estas. Me encuentro en un momento y movimiento de emancipación, por muy sutil que sea, la necesidad de obligar a la imagen arquetípica de la máquina a hablar de sí misma y de evitar que su atención se centre en otra cosa que en sí, de admitir su composición como flujo no contenible en mi persona, flujo del cual soy solo cómplice. Sólo en el flujo nos hemos podido encontrar.  Esto quiere decir, y lo dogo casi con asombro, casi con familiaridad, casi lo digo “yo”, que si la máquina no trabaja es invisible y, necesariamente, que si trabajo en algo, realmente lo hace la máquina. La máquina que habla de la máquina, sitio en el cual me encuentro como un tercero.

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