HACER POLÍTICA


Me estoy preguntando en qué consiste hacer política. Hace poco escribí un pequeño ensayo llamado política del lenguaje, nada muy original, pero que señala cuestiones que los actores políticos actuales no parecen conocer, basado sobre todo en la idea de descubrir el poderío del lenguaje a través del uso de ciertas definiciones, por ejemplo la de “clase política”, la cual está diseñada en efecto para excluir.

Pienso que no logré llegar al punto esencial en ese escrito, punto que de hecho es inevitable en la pregunta ¿Qué significa la expresión “hacer política” para nosotros?, para quienes la pensamos antes de realizarla, o bien para cada quién. 

Considerando que mi partida era esa situación de los asuntos de poderío encadenados al lenguaje, me siento un poco escéptico al respecto cuando escucho la expresión “el hombre es un animal político”. Sólo puedo estar cierto en la primera mitad de la expresión, que el hombre es un animal, este pequeño detalle que no se me había ocurrido cambia todo el discurso, de mi ensayo en general y de la cuestión particular de “qué es lo propio de hombre”.

¿Es lo propio del hombre hacer política?, ¿no será probablemente que no todos los seres humanos pasamos de una simple animalidad?

Vamos a esto: la diferencia radica entre saber si toda cuestión de poderío puede considerarse como una noción o un rasgo de política. Se trata de entender si la política tiene que ver con nuestra necesidad de organizarnos o con la de ser factores de poderío, suponiendo, como vengo pensando desde hace tiempo, que este “poderío” se produce a sí mismo y es peligroso en tanto que no se origina ni en un sistema moral ni en ausencia de uno, dicha naturaleza significaría que nos es natural. 

Recapitulando, relacionaba esos juegos automáticos de poderío con una protopolítica, un origen de esta, pero al mismo tiempo pareciera sustentar toda política en general, desde esa microfísica del poder hasta los movimientos de estado. Cuando en cambio me pregunto si "el hombre es un animal político" es una afirmación verdadera de dos cosas, primero, que somos animales y luego, que somos políticos, estaría dando la razón a toda esta dinámica del poder que he descubierto que fascina mucho a las psicologías, más aún que a las antropologías. 

Pero qué sucedería si solamente la mitad es verdadera, que “somos animales”, y cómo evadir a toda costa que esto me lleve a ideas de ausencia de sentido de la vida (hedonismos y existencialismos emotivos). Si buscábamos un sitio para la ética en la política ahí está: sin sentido de la vida no es posible una política, no hay búsqueda de un mañana, no hay proyección, y más o menos nos consta que la política las más de las veces es pura proyección. Obviamente es una noción más relativa a Platón, que al materialismo.

¿Dónde queda el poderío pues? Mi interés en esta ocurrencia es que si el poderío atañe sólo a los animales y a nuestra media definición, no hay una verdaderamente exclusiva relación entre política y poderío; sin esa relación las reglas del juego cambian, cambia nuestro modo filosófico de entender las relaciones que ya no serían siempre consideradas como relaciones de poder, y cambia nuestro modo político de entender la animalidad en el ser humano. Lo político entonces no podría ligarse más al poderío que a la razón, y ese sí era mi punto y sigue siendo: el pensamiento. Lo anterior se traduce (para no quedar en dialécticas) en la conciencia del otro (curiosamente, no hay en esa conciencia mucha diferencia entre ética y política, y sin embargo ¿por qué habría de haberla?, eso tampoco me lo había preguntado); en que el espacio entre nosotros es la constancia de la presencia de los otros. Y considero, sí, que todas aquellas cuestiones de poderío son muy interesantes pero son altamente relativas a lo animal, y somos, sí, animales aún, pero una completa idea de política tendría que envolver lo que haya en nosotros de definitiva o definitoriamente humano. 

Por último si quisiera cerrar haciendo de todo el escrito un silogismo que retribuya al pensamiento la posición y la importancia política que merece, diría que sin el momento de detenerse a pensar, el asunto de las definiciones sería impensable, sería un hueco y siendo así theorein no sólo es contemplación, sino una crucial forma de praxis.

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