II
CONTENIDOS SIN CUERPO Y SIN NARRATIVA
Hay dos planteamientos que se siguen a lo largo de este ensayo, éstos se ven implicados en posturas que han traspasado y toman forma en un área del arte contemporáneo de proceso:
A)La valoración de la historia, el documento o el registro como objetos que conforman una narrativa que, como representación, no describe ni desvela el sentido del objeto artístico, que no contienen. La desconfianza ante el lenguaje como medio de poder, más específicamente el discurso como objeto bloqueador y totalizador.
B)El cambio en la política del valor del cuerpo como espacio contenedor y sus posibilidades para sostener o sustentar objetos abstractos como la mente, la obra no realizada, la amenaza, en fin, en otras palabras lo que conocemos como políticas post-corporales, pero no necesariamente post-humanas.
Básicamente ésta situación de la representación de objetos que ya no parecen necesitar ser realizados, que no necesitan cuerpo para contener en sí mismos el acto y el efecto, es un problema sobre la identidad, sobre cómo los supuestos contenidos cambian de contenedor, cómo los conceptos y las posturas cruzan indiferentemente por cualquier espacio del conocimiento, de cómo esos contenidos migran. El escape de la identidad del objeto artístico, del arte mismo, del género, toda esta transfiguración que hace analogía de los objetos con el cuerpo se debe precisamente a que el cuerpo es cuantificable en términos de masa, volumen y forma.
Pero no es sino hasta que, debido a la existencia de objetos abstractos que no ocupan un lugar en el espacio físico, que el cuerpo y el objeto toman un valor negativo.
Se ensambla una enunciación más:
La materialidad corporal no representa la totalidad conceptual de un individuo.Esto quiere decir que si el valor del objeto artístico o del híbrido del conocimiento no se encuentra en lo que antes se consideraba su único e irrefutable cuerpo, su identidad también está en “otra parte”, o sus variantes:
1. “En todas partes”
2. “En ningún otro espacio”
La posibilidad de que el valor del que inicialmente hablábamos se encuentre en algún, o cualquier otro sitio menos en lo que se supone es su cuerpo, es lo que ha traído a la discusión al proceso. Pero la interrogante que abre camino cada que hay un elemento de motivo multi o trans disciplinario, un objeto transgenérico, un híbrido del conocimiento o del sentido es: si acaso la identidad se encuentra destituida de un lugar que ya no puede ser ocupado por alguna otra cosa. No hay algo que pueda sustituir la supuesta identidad que el objeto tenía, y esto, a su vez implica que todo es dialéctica, que la única prueba es la notoria confianza en la supuesta identidad, que esa era la única delimitación, que las palabras y los objetos nunca tuvieron relación real entre sí. Entonces decimos que el valor del contenido mutó en algo que no necesita contenedor. Aunque no es novedad, no se trata de una devaluación cualquiera, más, aún así, no producimos o somos objetos vacíos de identidad, por el contrario, esta se ha anulado a sí misma por la posibilidad realizada de inventar, reproducir y hacer coexistir objetos idénticos o con escasa distinción. El objeto, para el arte es indistinto y por lo tanto democrático (intenta acercarse a todos), su valor como elemento común parece generar un discurso inclusivo para el objeto y expansivo para el arte. Es como decir que el arte ha perdido su identidad debido a su constante búsqueda de esta como prueba coherente de un definido contenido, la ha perdido en el momento en el que se encuentra más cerca de su mismidad. La intención de asignar un rol que designe valor a cada obra, o a cada producción por medio de sujetos discursivos importados desde cualquier otra ciencia social resultó ser disfuncional. De eso sólo queda un desplazamiento en tres pasos: primero la autonomía dialéctica del productor, luego el discurso sobre la no autoría y el objeto que se produce también por sí mismo.
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