Este es el anteproyecto con el que desarrollé mi único libro hasta ahora, el cual usé como protocolo de Tesis de grado y no ha sido publicado. Este anteproyecto lo encontré hace poco y lo estoy comparando con el libro ya terminado. Sucede que al paso del tiempo uno puede releerse y la distancia sanamente nos permite replantear qué tanto desvío hay entre la proyección de estos cuatro capítulos (que estarán aquí en posts separados), hasta llegar a las más recientes anotaciones sobre qué es un proceso de arte y qué relación tiene con la obra y con el artista. Lo publico por que me ha sorprendido su vigencia, es decir, para mí, que he cambiado tanto los últimos años.
Me estaba preguntando por qué una obra de arte puede ser vacía para quien no conoce de arte. Era 2005. También me preguntaba si realmente los documentos que se usan para sustentar sobre todo el arte actual sirven de algo. Me preguntaba por qué se hablaba tanto de procesualismo y nadie lo definía. Y me sorprende cómo llegué accidentalmente a una noción de proceso que de facto sólo encuentro en dos artistas y que adopté para hacer de mi trabajo aseveraciones bastante serias sobre un escepticismo que me huele tan fresco. Me sorprende cómo el acto de vincular un asunto tan aparentemente local del arte, de las academias de arte, con la llamada crisis de los grandes relatos (que pone en tela de juicio la historia y muchas otras grandes narrativas de los sucesos "factuales"), me llevara a cuestionar radicalmente incluso la memoria. Creo sin embargo que debe haber un modo más rápido de hacer evidentes esas relaciones conceptuales, que me acerco pero no lo he logrado. Creo también que me encontré con la filosofía trabajando con estas intuiciones y no de otra forma, eso se siente muy bien.
Indice
I Objeto no visual y su proceso
II Contenidos sin cuerpo y sin narrativa
III Efecto sin objeto, fin sin medio
IV Conclusiones
Post scriptum: El efecto político de la máquina sobre sí misma (escrito en primera persona; es algo así como un statement de artista)
Primer capítulo:
I
OBJETO NO VISUAL Y SU PROCESO
Casi nunca el arte ha sido tan frecuentemente cuestionado como ahora que se habla de los procesos de la obra o el objeto artístico. Siempre que percibimos una obra de arte contemporáneo hay un vacío ante nosotros, una ausencia que en algún momento encontró contenedor a través de objetos auxiliares de la obra de arte, es decir, registros fotográficos, videos, agregados compositivos, textos realizados por sociólogos, críticos, curadores o bien por los propios artistas y todo eso con la única y determinada intención de contextualizar. La obra, que ha funcionado como corpus, destinada a contener una conceptualización, como forma para un contenido en una relación que ha prevalecido en la temática de la representación, no puede mostrar ese proceso del que tanto se habla y en el que se confía. De la misma manera se daba por hecho el objeto histórico, (aquí está el vínculo con ese tema mayor) como un proceso recogido con preciso cuidado a través de documentos supuestamente confiables que indican que ese proceso ha ocurrido, pero siempre como representación de un todo que no se puede capturar (tal como se usa la palabra “todo”), o bien, como el curso de algo que no se registra por que solamente se necesita conservar lo que es relevante. Entonces el lenguaje y la escritura, como instrumentos de registro, son espacios para el poder, ya que determinan relevancias, y por tanto, exclusiones. (No me interesaba en sí declararme como un artista que escribe, no era suficiente, debía revelar el poderío de ese que habla y que lleva el habla a un texto que se pretende prevalecerá. Deduje después que como escritor crítico debo mencionar siempre este riesgo y que si alguien escribe crítica y no plantea ese riesgo primero es por que se ha cuestionado muy poco sobre qué significa tocar el discurso y ser tocado por este bajo posibilidad de ser arrastrado hacia el abismo de sentido y perder la lucidez, o ser simplemente cegado por las modas intelectuales).
Tenemos entonces el problema del proceso del artista. Ese problema comienza con la idea de que la relevancia de algo, lo que sea, se debe a que ese algo tiene cierto valor, al menos eso se nos dice del objeto artístico, que es completamente distinto a los demás objetos (Hoy me atrevo a decir que en realidad escasamente lo es). Se nos dice que dentro de cada obra hay valor y que forma parte, entre otras cosas del conocimiento; sin embargo su proceso parece también tener, de tal valor, una parte.
A partir de una serie de cambios que se han dado en el siglo anterior, no sólo en el arte, se cree que el proceso artístico que va desde la concepción de una ocurrencia hasta la materialización formal de una obra, es importante, se hacen muchos intentos por hacer visible o al menos narrar lo que esencialmente no se encuentra en el objeto que se presenta. El objeto artístico como representación de un conjunto de ideas o declaraciones, de suposiciones e inferencias sitúan inevitablemente en algún espacio del conocimiento, es producto de un proceso irregular y muy accidentado. En el curso disperso e incierto que caracteriza al arte, el valor de sus objetos de principal atención, es decir, las obras de arte y los espacios de difusión, se ha ido desviando discretamente hacia la premisa de que el proceso, que por mucho tiempo estuvo apartado del espacio que narra (exhibición, marco, encuadre, escenario, circuito del arte), el espacio histórico, ese donde cada objeto de interés para el conocimiento desarrolla un propio discurso con el fin de sobrevivir la finitud. De pronto el proceso se ha convertido en auxiliar para el objeto artístico o incluso lo sustituye. Se ha planteado un enunciado sin siquiera tener que verbalizarse: el proceso es la prueba que da sentido a lo que antes era sólo un producto. A pesar de todo eso, el problema no es exclusivo del arte.
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