Conocí el escepticismo formalmente cuando me interesé en lo que llaman posmodernismo, mediante una serie de dudas recientes, al menos en apariencia, entre otras cosas, sobre los relatos. Aquella que llaman la crisis de los relatos es más o menos evidente y pronunciada, hasta obvia, en los grandes relatos, la Historia en general y las grandes historias en particular, pero si uno se asoma más adentro del tema, muy pronto existe la posibilidad de cuestionar más documentos que los de narrativas históricas, se cuestiona entonces el documento en general. Hay también cuestionamiento de relatos más pequeños y de documentos más particulares; cuanto más crece el escepticismo por las narrativas, es mayor la radicalización de la postura.
Después conocí, sorprendentemente que el mayor de los escepticismos es originario, es antiguo; eso hace que se rompa la idea de la novedad de los posmodernismos y lo digo en plural porque no hay una unidad en esos trabajos, no hay siquiera una definición, se habla a veces de posmodernidad, se le difiere mucho de posmodernismo y de otros términos similares. Encontrar el origen escéptico que es con toda precisión griego, no solamente desarticula la fantasía posmodernista, sino que también nos puede llevar a posiciones muy serias sobre muchas otras fantasías sobre lo nuevo, o contemporáneo (indefinible también), esas posiciones que son de hecho radicales, son por ello peligrosas, pero sirven, y pueden ser necesarias así sea cuando menos para desarticular desconfianzas tendenciosas.
Creo que ese sería el término del que deseo hablar: “desconfianzas tendenciosas”.
Cuando hablo de posiciones radicales me refiero a ser escéptico, si vamos a serlo, hay que serlo con todo. Pero ¿qué es la confianza? La confianza se ha vuelto un valor muy elegante, es un lujo, es muy difícil errar poco en cuestiones de confianza; el trato de la confianza revela madurez y hasta liderazgo. ¿En quién confía usted y por qué razones? Esa noción de confianza es algo muy sutil y no pretenderé reducirlo a unos párrafos, pero es una cuestión de la naturaleza humana que puede motivar cualquiera de nuestros movimientos.
Ser escéptico, por supuesto, no es sinónimo de ser desconfiado, ahí la complejidad de la noción de confianza. Esa noción es completamente necesaria para la política. La cuestión política que es prácticamente todo nuestro estatus actual de humanos, pende del hilo de lo confiable, quiero decir, se tiene que confiar en algo, entonces ahí está la complejidad de este tema:
Debo ser escéptico respecto a todo, pero eso no implica ser desconfiado de todo, para lograr algo en política, debo confiar en algo.
Por otro lado, si planeo enunciar públicamente una desconfianza, por ejemplo como en nuestros días lo hay sobre unas elecciones, no puedo, o mejor dicho, no debo ser tendencioso. La tendencia hace que pierda valor mi escepticismo.
Ser desconfiado sobre otro que supuestamente ganó, pretender que hay infinidad de complots, sólo porque no gané una elección, no es una muestra de escepticismo, es una tendencia.
O se es escéptico sobre todos y todo, o sencillamente no se es, el escepticismo no admite esa clase de moderaciones o conveniencias.
Les mencioné brevemente mi paso por la desconfianza y mi actual posición está aquí escrita, respecto a política y todo lo demás, y ha sido para decir que creo poder reconocer una fantasía, un escepticismo fantasioso por no decir falso cuando lo veo, y lo hago para decir, también, que no creo en las aparentemente justificadas movilizaciones y pseudorevueltas, a las que llamo antipolíticas por que la polítca tiene que ver con un orden y donde no hay orden sólo hay selva y depredación.
Donde hay amenazas, ultimatums, chantajes, ahí no hay política.